En el castillo de Madrid, había
un joven un poco travieso, era hijo del rey y era llamado Principito.
Un día en el castillo, se hacía una exposición de un cuadro muy
valioso para la historia de Madrid, había mucha gente dispuesta a ver la gran
obra de arte, pero como Principito siempre hace de las suyas, entró en la sala
haciendo toques con un balón de fútbol, entonces el balón se le fue y con la
mala suerte de que fue a parar al magnífico cuadro y resulto dañado.
Como ya estaba harto de que la gente le dijera que no servía para
nada más que para estropear las cosas, se dispuso a hacer su propio cuadro, se inspiró
en la historia de una boa tragándose a un elefante.
Al terminarlo, lo hizo público, pero resultó que nadie lo entendió
y entonces tuvo que explicar a que se dirigía el cuadro. La multitud, al ver el
gran esfuerzo que había hecho el Principito le aplaudió y todo el mundo paró de
decir que no servía para nada.